21 de octubre de 2009

Cuando la tierra esté cuidada por todos y nadie la posea

Qué mundo queremos ganar

Si cada minuto que pasa 10 niños mueren de hambre y usted emplea unos dos minutos y medio en leer con mayor o menor entusiasmo estas humildes y no siempre acertadas líneas, cuando haya acabado, 25 niños habrán sido víctimas de la desnutrición. Si realizamos unas sencillas operaciones matemáticas, reparamos en que cada día la cifra asciende a más de 14.000. Este año, que según nos anuncian las doradas hojas de los álamos está encarando la recta final, pasará tristemente a la historia por el incremento en 105 millones el número de hambrientos, dejando un total de 1.020 millones de famélicos en nuestro planeta, casi una séptima parte de la población. Moralmente insostenible.

Se acerca el año 2015, pero se reducen las posibilidades de cumplir los ‘Objetivos del milenio’. Es el momento de la responsabilidad colectiva. A Obama le han dado el Nobel de la Paz preventivamente, aplicando el jurado la doctrina que inspiraba las decisiones de su antecesor en el cargo, Bush. Si quiere legitimar el premio con el que ha sido prematuramente galardonado, su liderazgo, que tantas expectativas ha generado en el mundo, ha de servir para aunar a todos los gobiernos para conseguir un único objetivo: extirpar la pobreza de nuestras vidas, que, en el fondo, es el caldo de cultivo para la explosión violenta de muchos de los conflictos que se extienden por el orbe ajando la dignidad humana. Lo decía el doctor Da Barca, protagonista de la conmovedora novela de Manuel Rivas El lápiz del carpintero: las fronteras de verdad son aquellas que mantienen apartadas a los pobres del pastel.

El pasado sábado, un día después de celebrarse el día mundial de la alimentación y tras ser incitados durante toda la semana por las Organizaciones no Gubernamentales a rebelarnos contra la pobreza, en la capital de España, los más conservadores lo hacían, equivocándose de tema pero caritativamente -eso sí-, contra el aborto.

Habremos ganado el mundo cuando cantemos juntos, reconociéndonos entre nosotros a larga distancia y seguidos por dóciles pájaros y abejas, los versos del poeta sueco Artur Lundkvist: la tierra está cuidada por todos pero nadie la posee.

Publicado en La Crónica de León el 21 de octubre de 2009, página 2

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