30 de diciembre de 2009

¡Pues claro que existen políticos buenos!

Los hay buenos

Leíamos la semana pasada en este periódico otra noticia que, fríamente digerida, incidía en la tesis cada vez más generalizada de que toda la clase política es idéntica: negligente e interesada únicamente en maximizar su beneficio personal. Esa es la idea que se desprende del análisis de los últimos estudios demoscópicos que sitúan a nuestros representantes en las instituciones como uno de los principales problemas que tiene el país, únicamente superados por el paro y las dificultades económicas de las familias españolas que se agravaron desde que estalló la crisis económica.

En efecto, el alcalde de Valderas, Eloy Rubio, volvió a convocar un pleno municipal después de seis meses sin hacerlo a pesar de que la ley básica que rige el proceder de las administraciones locales le obliga cada tres. Si a los concejales de nuestros ayuntamientos los elegimos en listas cerradas que presentan los partidos para que luego escojan al Alcalde, es lógico que el regidor exponga, frecuentemente y con luz y taquígrafos, su gestión al mismo tiempo que responde de ella ante el órgano colegiado confeccionado con el voto popular. De lo contrario, por hacer una analogía con la gerontocracia castrista que gobierna Cuba, el pleno vendría a ser una suerte de Asamblea Nacional del Poder Popular que no cumpliría ni con la misión de controlar la acción de gobierno ni, paradójicamente, la de representar al pueblo. O lo que es lo mismo: una pantomima.

Pero, como está finalizando, no quiero que acabe el año sin romper una lanza por la inmensa mayoría de alcaldes de los municipios más pequeños que tienen encomendada la difícil tarea de resolver los problemas vecinales con un escaso presupuesto, sin apenas reconocimiento social ni retribuciones económicas. Estas funciones las desempeñan después de realizar su trabajo y las compatibilizan como pueden con las horas que dedican a la familia. De ellos no nos acordamos cuando respondemos amablemente a los encuestadores.

Espero que hayan tenido, dentro de lo que es razonable, un buen año. Sin hacer demasiados excesos con el tiramisú de limón ni con el helado de aguardiente, nos leemos el que viene.

Publicado el 30 de diciembre de 2009 en La Crónica de León, página 2

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