3 de marzo de 2010

Arquitectura institucional de la Segunda República

De dónde venimos

Fotografía peteneciente al álbum hermano de este blog "La ventana de una lágrima"

Desdichadamente, atesoramos una escasa tradición democrática y sí una extensa de pronunciamientos militares. Para comprender nuestra Constitución, debemos remontarnos a tres hitos históricos más o menos remotos.

Cádiz, 1812. Estas Cortes son el germen del liberalismo político. Hay que ponerlas en valor porque rompieron con el ominoso régimen absolutista del santo inquisidor Fernando VII. Fue el primer intento serio de limitar el poder que atesoraba el monarca, para que dejara de responder ante ¿Dios? y ante la historia y empezara a rendir cuentas ante una suerte de parlamento.

Madrid, 1869. En 1868 comenzó el sexenio democrático. Un año más tarde, se consagró el derecho universal masculino al voto, así como un catálogo de derechos y libertades. Tras la efímera República, Pavía entró a caballo en el Congreso y dio paso a la Restauración canovista, mandando al carajo la constitución progresista.

14 de abril de 1931. Jefe de Estado elegido democráticamente y no por derechos hereditarios. Parlamentarismo: las cortes eligen al gobierno y controlan su acción política. Reformas agrarias: reparto equitativo de la riqueza. Derechos laborales. Derecho al voto femenino y progresivo avance hacia la igualdad. Tribunal de Garantías: hoy es el Constitucional. Elecciones libres: competición pluralista por el voto popular. Supremacía civil: subordinación del Ejército al poder que emana de los ciudadanos. Libertad de creencias. Consagración de una política exterior basada en el derecho positivo: cooperación entre naciones y legalidad internacional. Reconocimiento de la autonomía de los territorios que conforman un Estado integral.

Estos retazos son solo una pequeña parte de la arquitectura institucional que se creó durante la Segunda República y de la cual hoy nuestra Carta Magna es deudora. El republicano fue un régimen que se vio desbordado por un contexto internacional de corrientes ideológicas pertrechadas en trincheras que devinieron en totalitarismos y en la Segunda Guerra Mundial. Pero no fue, como pretenden hacernos creer licántropos de todas las disciplinas, un sistema que fagocitaba iglesias y flameaba monjas. Es bueno tenerlo claro.

Publicado en La Crónica de León el 3 de marzo de 2009, página 2

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