19 de marzo de 2012

La atareada y estúpida vida de un pájaro en el Tercer Reich

Cuando las prisas no son buenas consejeras, aparecen en mi cuaderno digital entradas como la que precede a esta. Un texto inconexo, imposible de relacionar con una foto de una garza real sobrevolando el río Esla a su paso por la localidad de Valencia de Don Juan. Poco tiene que ver la justicia social y divina que supone, en palabras del ensayista francés Frédéric Beigbeder, que la belleza de las mujeres se concentre en las que pertenecen al lumpen.

En realidad, lo que andaba rebuscando en mi memoria era un pequeño frangmento de la novela El mapa y el territorio de Michel Houellebecq en la que se suicida (literariamente hablando) convirtiéndose en víctima y asesino al mismo tiempo, haciendo verdaderamente notoria la historia que nos cuenta y que, al cuestionar nuestro estilo de vida y la sociedad individualista que hemos creado, no nos deja indiferentes.

El párrafo, que se puede aplicar a la ebria trayectoria de cualquier golondrina o vencejo, pájaros que en grupo amenizan melódicamente los amaneceres de aquellos lugares donde la civilización urbanizadora no ha absorbido totalizadoramente el espacio con su construcción y está permitido contemplar los dorados crepúsculos del amanecer y los anaranjados atardeceres, es el siguiente: "Los pájaros no son nada... devoran miles de insectos revoloteando patéticamente de un lado a otro... Una vida atareada y estúpida".

Quizá la vida de la garza real sea más tranquila que la de un vencejo. Y que la de un ser humano, que en estos tiempos de la revolución de la información, que nos hace a todos emisores y receptores de mensajes, nos deja menos tiempo para leer libros, aunque pone a nuestra disposición una pantalla que puede almacenar más de 2000 novelas, novelas que en su mayoría no leeremos nunca, en unos minutos.

Y cuando entran las dudas razonables de seguir con la obra de Roberto Bolaño, la criatura más grande e interesante que ha surgido en la literatura latinoamericana de fin del siglo pasado, pensando que tras haber leído 2666 o Los detectives salvajes puede llegar la lógica decepción, uno se acuerda de Los sinsabores del verdadero policía, obra póstuma e inconclusa que no desmerece a las anteriores, y comienza a leer otra póstuma del malogrado chileno, El Tercer Reich, y ya en sus primeras páginas nuestro protagonista, en su diario, advierte al lector disipando cualquier duda por razonable que pudiera parecer: "Sobre la falta de aburrimiento Conrad dice que es la prueba de oro de la salud. Mi salud, según esto, debe ser excelente. Sin pecar de exagerado, creo que estoy en el mejor momento de mi vida..."

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