9 de abril de 2016

Roberto Bolaño - La pista de hielo

"Sólo una vez en toda mi vida he llegado a las manos: hará unos cinco o seis años, en las puertas de la sede de UGT, tuve que enfrentarme a un grupo de exaltados. Junto a un policía municipal, hoy jubilado, contra ocho o nueve matones del comité de huelga. La verdad es que eran tantos que no recuerdo el número con exactitud. La pelea, por suerte, fue a mano abierta y breve, y su desarrollo y resolución más a empujones que con golpes. De todas maneras terminé sangrando por la nariz y con una ceja abierta, y Pilar dejó no sé qué cosa importante por venir a verme enseguida. Es extraño: yo, que en mi infancia nunca agredí ni fui agredido, tuve que venir a Z y trabajar como un burro y conocer el amor para que me llovieran los palos. A Nuria, quiero que esto quede claro, nada le dije; ni una recriminación, ni nada que ella pudiera entender como tal. Me tragué la rabia, los celos (por qué no decirlo) y el estupor que todo el asunto me producía. En sus gestos, en su modo de abordar el tema, vi claramente que lo de Morán era algo que ni ella entendía del todo, y que mi intromisión sólo contribuiría a empeorar. Ella mintió y yo fingí creerle. El dolor hizo que mi amor, sin decrecer en intensidad, experimentara variaciones, placeres mentales nuevos. Por cierto, no me faltaban cosas en que ocuparme; mi animadversión  por Remo Morán nunca ha consumido, bendito sea Dios, más del tres por ciento de mis pasiones. Por aquellas fechas volví a soñar con la pista de hielo...."

Roberto Bolaño, La pista de hielo 

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